La Casa
La alegría de la casa no entra por las ventanas.
Viene con muchachas jóvenes,
se centra en las luces que abrazan el patio,
en la fascinación de sus colores,
en los derroches de carcajadas que se escuchan desde la verja.
Aunque el patio dinamitado de oscuridad
cueza la fabula de imaginarla así;
iluminada y llena de conversaciones, ráfagas
La casa es oscura y tiesa,
lleva un añil infinito escondido en las hojas de los árboles,
en la cloaca y en las gotas de lluvia…
También en los rincones se observa la obscena ausencia
pasando sus dedos fríos por el deván
observando como papá se acomoda la sabana o
sabiendo quizás como la espío
La casa cerrada, siempre cerrada aún conmigo, aún sin mí,
no admite palabras, ronquidos o días de lluvia.
Se esconde de su invento, de las sirenas y el ruido de las calles.
Levita en su patio cansada, incluso de escucharlo todo,
de hablarlo todo o de leerlo todo desde un suspiro.
Muchas veces el frío la acaricia y le dice que la extraña
mientras entra por la ventana
y ella siente miedo de la noche tan sola que tanto piensa
y manda su mirada tras orificios, tras suaves toques de luna y
así pasa a ver los arañazos de luz que se pierden a lo lejos tras las ramas de los árboles otra vez en otoño y en otro tiempo.
Viene con muchachas jóvenes,
se centra en las luces que abrazan el patio,
en la fascinación de sus colores,
en los derroches de carcajadas que se escuchan desde la verja.
Aunque el patio dinamitado de oscuridad
cueza la fabula de imaginarla así;
iluminada y llena de conversaciones, ráfagas
La casa es oscura y tiesa,
lleva un añil infinito escondido en las hojas de los árboles,
en la cloaca y en las gotas de lluvia…
También en los rincones se observa la obscena ausencia
pasando sus dedos fríos por el deván
observando como papá se acomoda la sabana o
sabiendo quizás como la espío
La casa cerrada, siempre cerrada aún conmigo, aún sin mí,
no admite palabras, ronquidos o días de lluvia.
Se esconde de su invento, de las sirenas y el ruido de las calles.
Levita en su patio cansada, incluso de escucharlo todo,
de hablarlo todo o de leerlo todo desde un suspiro.
Muchas veces el frío la acaricia y le dice que la extraña
mientras entra por la ventana
y ella siente miedo de la noche tan sola que tanto piensa
y manda su mirada tras orificios, tras suaves toques de luna y
así pasa a ver los arañazos de luz que se pierden a lo lejos tras las ramas de los árboles otra vez en otoño y en otro tiempo.
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