29/6/06

El cadáver que fui ha tenido el privilegio
de sentarse a mi lado en la mesa y comer la misma sandia.
Ha sabido apretar unas manos con sutileza
y compartir muchos poemas de Lorca y Benedetti conmigo
mientras me invento otra vez,
con unos ojos que agonizan ver caer la lluvia de la noche sigilosa
de mil sí boca arriba y una almohada reservada al cansancio.
A veces es Bioy Casares o una vela encendida
que escupe olores a rosas por mis manos,
a veces es el ruido inconfundible de la soledad
que llega a mí y me posee como a una puta cualquiera
Incluso olvidando el cádaver que soy
que desconoce estos dedos que arrastran sirenas vagabundas,
o susurros indecisos que quieren volar las hojas,
la suave brisa de la noche que se duerme
junto al silencio con esos ojos de bruja,
de dulce sueños,
de sonrisa entorpecida que busca el agua en la oscuridad del cadáver que fui,
en la tinta diminuta y obsesiva del cadáver que sin querer soy
estos días, en que marzo es una niebla,
o un estanque con vista al cielo estrellado. ..
Supongo que es una catarsis, un renacer de ensueño y moscas secas
con el que todos debemos estrenar el arte de morir
por primera vez, de alguna manera.